Nunca nos olvidamos de donde es que salimos. Aunque intentemos, no lo hacemos. Aunque creamos que sí, sabemos dentro nuestro, que no. Y eso, a fin de cuentas, es lo que nos hace volver a aquel lugar. Nuestro lugar.
Un lugar que nos vio nacer, crecer y soñar. Un lugar que siempre nos quiere ver volver.
“Soy el árbol, que aunque crezca, sigue siendo de su tierra…”, dice la letra de una canción que me encontré casi de casualidad.
Al leer esa frase pensé en Fernando y en lo que paso este 29 de diciembre de 2018.
Fernando, aquel pibe admirado por el mundo entero, es ese árbol. Un árbol que creció – ¡y mucho! – pero que jamás se olvidó de su tierra.
“Llenos de Magia”, decía la imagen que me llego al teléfono. Investigue. Se trataba de un proyecto organizado por él mismo, para los más chicos. ¿El lugar? Su lugar. Volvía, como aquel 29 /12 del año anterior, a estar en su tierra.
Emoción en sus ojos. Admiración en los ojos de los más chicos. “Vamos a jugar, quiero que la pasen bien y se diviertan”, soltó Fer – como la gente del pueblo y sus amigos le dicen – con una voz tímida ante todos los que estaban presentes.
Fernando, más que nadie, sabe que esto es un juego. Con reglas, por supuesto, pero un juego en fin, donde divertirse y pasarla bien no debe ser una opción.
Para aquellos que no estuvieron presentes les cuento que “Llenos de Magia” es un proyecto donde cada juego necesita precisión. Y donde cada chico puede lucirse. Mostrar su magia. Es, a su vez, pieza fundamental para el crecimiento si lo charlamos dentro del ámbito de formación.
Los más chicos llenaron de magia el Norman Montechiari. Y Fernando, junto a los suyos, le lleno de sueños el corazón a cada uno de ellos.
Cayó la noche. El club fue el punto de encuentro entre el Presidente de la Institución y Fernando. Tras la felicitación, el presidente, de su boca dejo salir un mensaje claro; “la cancha es tuya y está a tu disposición”. En sus ojos, había emoción. Una emoción pura, como esa que sentimos todos, cada vez que uno de los “grandes” regresa a su tierra para compartir momentos hermosos, como lo volvió a ser esa tarde – noche del mes de diciembre.
Virginia Magi
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