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Foto del escritorVirginia Magi

Sueño convertido en gloria


Pablo Protti

En los pueblos siempre hay chicos que juegan y sueñan. Y aquellos sueños, que están a la vuelta de la esquina, muchas veces suelen cumplirse. Lo que no todos saben, es que esos “sueños”, a veces traspasan todo aquello que uno podría imaginar.


Cuando hablo de sueños que están a la vuelta de la esquina, no hablo de llegar a jugar en el profesionalismo. No. No todos llegan a eso. Me refiero a jugar en la Primera del club que uno ama. En el primer equipo del club de barrio. Porque ese, es el primer sueño que tiene todo chico de pueblo.


De chico, uno se imagina vistiendo los colores que ama, defendiendo el escudo que lo identifica, la camiseta que lo representa. Y también, uno lleva consigo el deseo de conocer la gloria. Se imagina, defendiendo todo aquel tesoro que de seguro el viejo le heredo. El viejo, la vieja, el abuelo, el tío, el primo, o simplemente algún vecino. Siempre, hay alguien que te hereda ese amor. Esa pasión por una institución. Por un escudo. Y eso, era al menos, lo que imaginaba Pablo.


Pablo es de Chañar Ladeado, un pueblo de la Provincia de Santa Fe. Un pueblo tranquilo, en donde todos se conocen. Cada tarde, Pablo, jugaba en la canchita más cercana a su casa. Jugaba, hasta que su vieja le pegaba el grito de, “veni que ya es de noche”. En ese campito, jugaba y disfrutaba. En ese lugar, se permitía soñar en grande.


Cada tarde que pasaba, Pablo soñaba. Se imaginaba dentro de la cancha del club de sus amores, defendiendo esos colores que lo representaban – y que aún lo siguen representando –, logrando campeonatos. En aquel momento, todo eso, era una fantasía. Hasta que un día, dejo de serlo.


El tiempo pasó. Pablo creció. Y la vida lo encontró en el lugar que siempre quiso estar. Aquel lugar que siempre imagino.


Era domingo por la tarde y Pablo jugaba su primer partido en el primer equipo de Independiente, uno de los clubes de su pueblo. En ese mismo instante que pisa el campo de juego, recordó algo que le había dicho a la pelota una tarde-noche camino a casa. Y repitió, con la misma pasión que lo dijo aquella tarde-noche, “te llevare de paseo, que nos vera el mundo entero y sabrán cuanto te quiero”.


Sin saberlo, Pablo comenzó a escribir las páginas de la historia que siempre imaginó. Partido tras partido. Jugada tras jugada. Gol tras gol. Pero lo que nunca imaginó, fue que esas páginas, estarían llenas de gloria.



Virginia Magi

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