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Foto del escritorVirginia Magi

Podio que (nos) devolvio el deseo de ser


Argentina es Bronce en los Juegos Olimpicos de Tokio.

Nicolás juega al vóley en el mismo club que jugó su viejo, y juega su hermano. El de toda la vida. Al llegar a casa después del entrenamiento, le dio un abrazo a Sonia, su mama, de esos abrazos que están cargados de sentimientos, palabras, situaciones. La abrazo fuerte, y le dijo al oído; gracias. Era una noche de agosto.


- Qué sorpresa.


Nicolás no se caracteriza por ser expresivo. Solo lo es a veces, en ocasiones puntuales. Pero de tanto en tanto, cuando hay algo que lo emociona, suele tener este tipo de expresiones, sorpresivas, espontaneas, a tal punto de que sus ojos – marrones – se vuelvan brillosos y su mirada hablase más que cualquier palabra que intentase decidir en ese instante.


- Hoy en el entrenamiento éramos un montón, y en las categorías menores también fueron unos cuantos más. El abrazo de recién fue un impulso, supongo. Qué lindo que suceda (de nuevo) esto.


Sonia, quien conoce a su hijo más que a la palma de su mano, sabía que detrás de esa última frase y de esos tantos que se habían sumado, había algo más. Una razón aún más profunda que lo llevaba a esa emoción.


- De seguro, eso no es todo.


Nicolás, de chico acompañaba a su viejo a los entrenamientos en el club, después lo hacía con su hermano, le encantaba. Disfrutaba de acompañar y de verlos jugar, admiraba la pasión y el amor con que lo hacían, aun tratándose de una práctica más. En las tardes que no iba al club, jugaba a ser. Hasta que un día, se animo a probar. No estaba tan convencido si jugarlo – en el mismo escenario que lo hizo su viejo, o lo hace su hermano – le iba a gustar tanto como mirarlo de afuera. Pero sí, le gustó. Le apasionó. Y desde aquél día se quedo para siempre. Desde aquél día, el vóley, se convirtió – al igual que para la familia – en su mejor costumbre.


Sonia estaba en lo cierto. La emoción de Nicolás y ese abrazo espontaneo traía detrás recuerdos, diálogos, sueños y deseos de ser.


- Hablando con los chicos (nuevos) recordé una de las tantas historias que me contaron una vez con el viejo, también con el “titi”. Y eso despertó una melancolía que había dentro que ni siquiera yo sabía que estaba ahí. En ese instante viaje a aquellas tardes en las que jugaba a ser un rato Facundo Conte, otro rato Luciano De Cecco. Aquellas tardes de vóley en casa, donde el “manu” jugaba a ser Sebastián Sole…

(…) La sonrisa acompañaba el momento. No había palabras, solo la imaginación de todo aquello, de las tardes donde los viejos relataban sus andanzas y sus primeros pasos en este deporte. El recuerdo de la admiración en el rostro de Marcelo, su viejo, cuando contaba – orgulloso – que en el inicio jugaba a ser Hugo Conte, o la sonrisa cómplice de “titi”, cuando decía que él, jugaba a ser Javier Filardi.


- Los recuerdos traen nostalgias, y en días como estos, es más fácil que la melancolía se adueñe del sentir…


Aquella charla con sus nuevos compañeros fue, para Nicolás, un deja-vu. Un viaje a sus principios. Tal vez, hayan sido los motivos del “por qué”, lo que lo hicieron emprender en ese viaje. Y por consecuencia, a esa emoción – instantánea – que lo llevó a abrazar de esa manera a Sonia, su mama.


- No solo me sorprendió la cantidad de chicos que hoy se sumaron, que por suerte eso nos hace mejores, y hace que los clubes se mantengan en pie. También el motivo; jugar a ser… – a ser Bruno Lima, Agustín Loser, por decirte solo algunos… – (…) ¿Sabes porque fue ese gracias? porque no solo jugaste conmigo cuando yo jugaba a ser Facundo Conte o Luciano De Cecco, sino que me hiciste ver que no había un mejor lugar para jugar a ser, que un club. Porque me hiciste entender que los clubes son parte de nosotros, y sin nosotros, los clubes se mueren, poco a poco. Y ahí, cuando el vóley parecía alejarse, o no tener tanto lugar en estos espacios que tanto defendemos, o aprendimos a defender por ustedes, vienen estos pibes y nos regalan un torneo increíble, Juego Olímpico, que no es poca cosa eh, que no solo reflejó el esfuerzo y la lucha de este deporte, también el amor, la pasión...


Sonia sonreía, escondiendo detrás de esa sonrisa de madre orgullosa, la emoción que le producía la emoción de su hijo.


- Y no solo nos regalaron un torneo increíble, sino que también nos hicieron entender que es momento de apoyar, de apostar. Más que nunca. Momento de jugar a ser. Una vez más.


Nicolás comprendió al fin, al soltar estás palabras, que la razón de aquel impulso había sido este grupo de pibes, que tanto tuvo que aguantar en el proceso, y que tanto orgullo le daba.


- Esta selección trajo más que una medalla, más que un podio olímpico, con todo lo que eso significa. Esta selección (nos) devolvió el deseo de ser. Y eso es maravilloso.


Ella lo comprendió en aquél instante en el que él, le dijo al oído; gracias.





Virginia Magi

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