Míralos. Ahí están ellos, como cada domingo de cancha, jugando con su pelota mientras la gente mira el partido. Sintiendo la pasión desde otro lado. Jugando un fútbol real y puro. Un fútbol inocente. Míralos. Disfrútalos.
Mientras dentro de esos diversos campos de juego, donde el fútbol nos regala tardes mágicas, y en donde también – muchas veces – reina la injusticia, ellos están ahí, al costado del tejido, quedándose con la verdadera esencia del fútbol. No lo saben, no entienden, no dejan de ser chicos, pero sin embargo están ahí. Ir a la cancha también es una tradición para ellos. Una costumbre.
Míralos. ¿Acaso saben con qué sistema de juego está jugando el equipo? ¿Las ausencias para ese partido? ¿El rival de turno? ¿El resultado?... No. Son niños. Y esas cosas que terminan preocupándonos a nosotros en algún punto, como futboleros de ley que somos, ellos no las comprenden. Sieguen jugando. Porque lo único que les importa a ellos es jugar. Reír sin saber porque ríen. Patear una pelota. Ensuciarse. Alentar. Disfrutar…
Son niños. Y aquellas cosas que no comprenden la comprenderán con el tiempo. No nos adelantemos. Dejemos que sigan jugando como lo vienen haciendo. Dejemos que sigan siendo los verdaderos protagonistas del entretiempo.
Mirarlos es una calma al sentimiento del momento. Es entender que nada está perdido. Entender que el fútbol puro y real sigue estando en la inocencia de los más chicos.
Virginia Magi
Comments