Los pueblos están llenos de historias.
Algunos, con personajes que serán recordados por siempre.
¿Quién no tiene anécdotas en el pueblo?
¡Qué lindo seria tener un carnaval más!
Sin dudas, los carnavales ya no serán los mismos sin Pedro.
Ponerse a pensar en carnaval seria recordar las mañanas, las tardes, los días previos a cada uno de ellos.
- Una linterna desarmada le bastaba a Pedro en aquel tiempo. No buscaba el lujo, iba a lo sencillo. No buscaba lo moderno, tampoco la comodidad...
Se podría decir que su manera de publicitar los carnavales se había vuelto una marca registrada.
Tipo solitario. Pero ser solitario no lo hacía menos sociable, ¡al contrario! Pedro hablaba con todo el mundo, los hacia reír, le contaba anécdotas e historias, incluso la de el – que para decir verdad, con el tiempo, nunca se supo bien si la historia que contaban de él, era real o tenía un poco de ficción –.
El ruido de una lata de gaseosa vacía que impacta sobre el pie de algún madrugador que camina por las calles se escuchaba en las mañanas de verano. Y aquellos que deciden ponerse a recordar, de seguro, ese ruido a lata que choca contra el pavimento, aun se escucha.
- Ahí viene Pedro…
Ese sonido lo identificaba sobre el resto, y más aún, en los días previos a los corsos.
Mientras pateaba esa lata de gaseosa vacía, gritaba bien fuerte uno de sus anuncios preferidos: “¡Carnavales!”. Una y otra vez.
Resulta, que hay melodías que, a diferencia de otras, te acercan a momentos de alegría. Y aquel sonido de Pedro pateando la lata de gaseosa vacía con su linterna a medio armar, te acercaba a la noche de carnaval.
- ¡Qué lindo seria, Pepe, un carnaval más!
- Lo seria, si, ¿pero sería lo mismo sin Pedro Quiroga?
Sin dudas, estos dos viejos conocidos, tenían razón. Los carnavales, sin el rey momo y sin Pirimpi, ya no serían lo mismo.
Virginia Magi
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