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Foto del escritorVirginia Magi

Historias buenas, historias nuevas, recuerdo siempre días del ayer…


Julian Piermattei

En Los Quirquinchos, el lateral izquierdo de Federación – uno de los clubes del pueblo – ha recibo varios golpes. No solo los golpes del rival cuando intenta sacarse la marca de encima, también golpes al sueño y a la ilusión. Golpes que duelen de verdad. No sé si tanto como los golpes que recibimos de la vida, pero estos también duelen y mucho. Y con esto no quiero decir que el golpe del rival no duela, ¡claro que duele!, pero ese es un dolor pasajero – así como el dolor que se siente cuando se termina la relación con una novia de la infancia –, con el paso de los días uno logra cerrar la herida. Y el dolor queda como una anécdota. Pero el otro dolor, no. El golpe al sueño y a la ilusión es un dolor que no es pasajero. Más pasa el tiempo más nos ponemos a pensar que hubiese pasado si, por ejemplo, el árbitro no anulaba ese gol al minuto 93, no cobraba ese penal que no fue, no expulsaba a uno de los nuestros, entre otras tantas cosas que pueden ser.


Todas las mañanas Julián pasa por lo de su abuela, toma unos mates y charla. Cada comienzo de semana, su abuela Anita – sin estar tan metida en el mundo del fútbol – le pregunta cómo le fue en el partido del domingo. Conversan un poco y siguen hablando de otros temas.


Una mañana, la abuela lo nota triste. Decepcionado. Al principio no quiso preguntarle qué fue lo que le pasaba, pensó que tal vez, estaba así porque lo habían expulsado por una falta injusta. Es su nieto, y por más que de fútbol sepa poco, lo conoce. Calienta el agua para el mate, se sienta en la mesa, lo mira y el sentimiento de abuela la llevó a preguntar: ¿Qué pasa?


“Perdimos, abuela”. Julián hace salir esas palabras de su boca casi con resignación, amargura, decepción. No merecía ni él ni su equipo lo que había pasado. Pero pasó y el fútbol, a veces, tiene esa parte jodida.


Anita, mientras le ponía yerba al mate lo trata de consolar con un “es un partido, vas a tener revancha”. Lo que no sabía Anita, era que a su nieto le habían arrebatado el sueño y la ilusión. Su nieto había recibido uno de esos golpes duros que no se curan fácilmente. ¡Y no era el primero! En su carrera como futbolista, ha recibido varios de esos golpes.


Anita no estaba muy familiarizada con esto del fútbol, de los árbitros, de las faltas. “¡Y deja…!”…Julián no le dejo terminar la frase que enseguida saltó, “¡estás loca abuela, ¿cómo voy a dejar?!”…


La conversación termina ahí. Anita ceba el mate y se ponen a charlar de otros temas. Él sonríe. Se distrae. Cuando Julián se va, la abuela se queda pensando y se pregunta “¿Por qué seguir jugando? ¿Qué lo lleva a seguir jugando?”


No es fácil responder la pregunta que la abuela Anita tenia para hacerle. A veces, es difícil explicar el “por qué” de las cosas. No todos sienten lo mismo que vos. No todos piensan de la misma manera que vos. Y no todos lo viven de la misma forma que vos.


Esa pregunta no dejaba de dar vueltas en su cabeza. Anita, aquella mañana, no quiso preguntárselo. ¿Podía? Sí. Pero como la charla ya había tomado otro rumbo, no quiso volver a tocar un tema que a su nieto tanto le dolía. Intentaría pensar y encontrar una explicación por su propio medio hasta que vuelva a ver a Julián y así poder entender porque seguir jugando si tanto mal (a veces) le hace.


El fútbol tiene injusticias. Varias, diría. A veces, el equipo no merece perder pero pierde por una desconcentración y eso termina considerándose una injusticia. ¿Lo merecíamos? No. Pero el fútbol no entiende de merecimientos. Entonces, uno puede tomar como una injusticia el resultado o un partido que no salió como se había planeado. Incluso está permitido enojarse y estar un par de días triste. Pero cuando la injusticia es aún más grande, se vuelve todo más difícil…


Cada uno de esos golpes a Julián le duele. No es tan fácil de olvidar aunque se trate de fútbol. Anita nunca más hablo con su nieto sobre ese tema. Las preguntas quedaron retumbando en su cabeza sin ninguna respuesta por parte de él. Ella llegó a la conclusión de que si sigue jugando es por amor al escudo, a los colores, al club. Y por más que reciba golpes que lo derrumben, él va a levantarse y seguir luchando. Seguir soñando.


Anita decidió quedarse con esa respuesta sin saber si es por eso o no que él no deja de jugar. Y lo que no sabe ella, es que esa respuesta, es la correcta.


Julián juega por amor.



Virginia Magi


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