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Foto del escritorVirginia Magi

El "Negro"; aquel muchacho de sonrisa eterna

Actualizado: 18 abr 2018


Matias Gimenez

19 de noviembre de 2004, día difícil de olvidar. Tal vez, no todos se imaginen que fue lo que paso aquella mañana del mes de noviembre; aunque estoy casi segura que la mayoría si lo imagina. Y no fue porque sucedió algo bueno, todo lo contrario. Aquel viernes del mes de noviembre fue el día en que Matías Giménez se encontró de frente, sin tiempo de nada, con la muerte en un accidente de tránsito que le quito la vida. Cuando sucedió, todos los que lo conocían o conocieron en algún momento de su vida sintieron en lo más profundo que habían perdido un pedacito de su corazón y entendieron que la alegría constante de aquel muchachito ya no iba a estar más.


El “Negro”, así es como lo conocían todos. Era un pibe bien de pueblo, humilde, sencillo, con una sonrisa que rara vez se le quitaba de su rostro. Era sociable, alegre, simpático, protector y también un poco celoso. Pero sobre todo, era un soñador.


Nació en Casilda un 16 de octubre de 1984. Vivió en Los Quirquinchos, un pueblo de la Provincia de Santa Fe de unos 3000 habitantes. Victoriano y Claudia eran sus padres, y David su hermano menor. Una familia laburadora, y también apasionada por el fútbol y su querido Federación. Su infancia estuvo en el pueblo, y parte de su adolescencia también. El “Negro” amaba jugar a la pelota, se divertía; sea con sus amigos, sus compañeros, o cualquier otro chico que quería sumarse a jugar un partidito. Lo disfrutaba.


De chico ya había empezado con esto del fútbol. En 1991, cuando se vinieron de la Carlota y se instalaron por completo acá en Los Quirquinchos, empezó a ir a practica al Club Atlético Federación. Se preguntaran de donde habrá heredado esa pasión por los colores, ¿no?, creo que está más que claro; de su familia.


Mati, así también le decían cuando era más chico, estuvo unos años jugando y divirtiéndose – nunca hay que olvidarse que el fútbol es un juego – en inferiores de la “rana”. Con el tiempo, le empezaron a llegar oportunidades para acercarse más a lo que es el fútbol profesional. Oportunidades que difícilmente aquel que tenga el sueño de llegar, la desaproveche. Era difícil tomar alguna decisión, más que nada porque él era un niño. A veces, sin el apoyo de la familia no se nos hace fácil, pero él fue un afortunado. Sus viejos lo apoyaron y acompañaron en cada decisión. En cada paso hacia ese sueño. Y así fue, como emprendió viaje hacia un camino que lo iba a llevar por varios lados. Que lo iba a hacer ir y también volver…


El primer destino fue Renato Cesarini, en septiembre del ’99. Renato estaba en busca de jugadores para sus inferiores y viene a la zona a realizar una prueba; a Federación le llega la invitación avisando que esa prueba se iba a hacer en Godeken, una localidad vecina; entonces viajaron hasta allí y ahí fue donde Jorge “Indio” Solari los vio jugar y les comunico al terminar el día que tenían que viajar a Rosario…Matías no viajo solo, sino que lo hizo con dos compañeros del club. Renato estaba acostumbrado a hacer “promociones”, que son pruebas en equipos. Lamentablemente no quedaron todos, pero Matías quedo. El y Leandro Gioda, quien iba a ser también su compañero de inferiores en Lanús; su próximo destino.


Para ir a Lanús, Buenos Aires – si el punto de partida es Rosario – tenes unos 309 km si vas solo por RN9, ahora si agarras RN9 y Autopista acceso oeste/RN7 son uno 340km, aproximadamente. Eso fueron los kilómetros que recorrió Matías aquella vez que fue a Lanús. Recuerdo, por lo que me contaron, que lo habían llevado desde Renato Cesarini. No había llegado solo esta opción, sino que había otro club dentro de su posible destino… El “Indio” Solari le expreso a la familia de Matías que iban a elegir “Lanús” porque entendía que el chico tenía que ir de a poco. Ellos lo aceptaron y el “Negro” comenzó una nueva etapa. Llego al “Granate” a mediados del año 2000. No fue solo, sino que como mencione en el párrafo anterior, fue con Leandro Gioda; alguien que él ya conocía por ser su compañero en Renato. Otro pueblerino como él.


Si hay algo difícil para una persona que es muy apegado a su familia y a su lugar, es alejarse de ello. Aunque uno intente acostumbrarse, adaptarse a esas cosas nuevas que se nos presentan en la vida, es difícil. Mati era uno de esos. Unido a su familia y a su pueblo. El “volver” tomaba más fuerza en su cabeza con el correr de los meses. Definitivamente el estar lejos de su familia, de su gente, de su lugar fue más fuerte que cualquier otra cosa. Agarro sus pertenencias y emprendió el viaje de vuelta. Año 2001, y el “Negro” recorría nuevamente las calles de su querido pueblo.


Volvió, es verdad. Dejo el granate para volver al ranero, pero se encontró con un problema. Federación ya no podía fichar más jugadores para esa temporada por lo que no quedaba otra que escuchar las opciones que le llegaban. Apareció Huracán, pero enseguida Mati dijo que no. ¿Por qué? por ser fiel a esos colores que el tanto amo y ama. Luego, llego Deportivo, ahí accedió. Jugo casi una temporada, destaco “casi una” porque no llego a completarla. No porque él había hecho algo que al plantel, cuerpo técnico o directivo no le haya gustado – todos sabíamos cómo era Mati, siempre dado con todos – sino que volvió a elegir ser fiel ante el azul y blanco. “Federación tenía que enfrentarse a Deportivo, no recuerdo si era de local o visitante, lo que si recuerdo es que el “Negro” no jugo ese partido. No lo jugo, porque el rival era Federación. Su Federación. Y desde ese día no jugo más en Berabevu….”, me afirmo Claudia, su mama.


El que llego a conocer a Matías, seguramente habrá escuchado salir de su boca la palabra “Federación”, el nombre del equipo del cual él es hincha. Digo del cual él es hincha, porque este donde este Mati no cambio su amor por estos colores, estoy segura. No me lo imagino no siguiendo al “Fede”. Me lo imagino sufriendo cada partido con victoria agónica, sentado en alguna de las tantas nubes que tiene el cielo…


El respeto y amor que tenía el “Negro” por Federación, era algo que se notaba de lejos. Cuando volvió de Lanús, él ya tenía en su cabeza jugar con la azul y blanca. El primer año no pudo – por lo que mencione en líneas anteriores – pero no se desesperó. Seguramente dentro de él hubo algo que le daba la tranquilidad de saber que su oportunidad de vestir la camiseta que ama, le iba a llegar. Tarde o temprano le iba a llegar. Y llego. Esa oportunidad llego en el año 2002.


Recuerdo que en aquel tiempo Darío Mottura y Gallego Mujica estaban a cargo de la dirección técnica de Federación para esa temporada. La pretemporada comenzó en Enero y Matías estaba ahí, junto a sus compañeros. Con el deseo de llegar lo más lejos posible en el campeonato. Lleno de ilusiones. Ese año, el “ranero” llego hasta semifinales; ese partido lo perdió por penales ante 9 de Julio en cancha neutral. En la ida, Federación jugo de local. Por lo que me comentaban – yo era chica y en ese tiempo habré tenido unos 10 años – llovía, y la cancha estaba con barro. La rana gano en casa por la mínima con gol de Matías Giménez. Esas cosas que tiene la vida, justo un día de lluvia, instancias finales, por la mínima diferencia… pareciera como si el destino hubiese elegido que uno de los últimos – si es que no fue el último – goles de el “Negro” con la camiseta de su querido Federación tenía que darse en ese contexto para que no sea fácil de olvidar. Y me atrevo a decir que más allá del resultado y la eliminación, esa semifinal del año 2002, fue especial.


Volviendo un poco atrás; al comienzo de este relato destaco que Matías era un soñador. Si, así era él. Al menos lo era para mí; por el tiempo que lo conocí y por todo lo que me contaron. En aquellos tiempos, el presente lo encontraba jugando en el fútbol regional, defendiendo los colores de su equipo. Tal vez me equivoque al pensar que el “Negro”, así como soñaba con consagrarse con la Primera División del club – como cada uno de los que fueron parte del plantel del 2002 – también soñaba, en paralelo, con llegar al fútbol profesional. Aunque pensándolo bien, creo que más de uno debe coincidir conmigo.


A fines del 2002, principio de 2003, el “Negro” tuvo que volver a armar su bolso para un nuevo viaje. Esta vez no se iría lejos. Su destino estaba cerca de su lugar y de su familia; a unos 140 kilómetros aproximadamente. Ese destino volvía a ser Rosario. No para volver a Renato Cesarini como en sus comienzos, sino que esta vez el “Negro” jugaría en Central Córdoba, donde antes de partir, cumplió aquel sueño que nunca dejo de perseguir: jugar en el fútbol profesional…


El “Negro” jugó en el primer equipo de Central Córdoba; defendió la camiseta del “Charrúa” regalando alguna que otra gambeta en el Gabino Sosa, como así también lo hizo en distintos estadios que el fútbol le permitió conocer. El “Negro” llegó. Con sacrificios, esfuerzos y todo lo que conlleva ir detrás de un sueño. Llegó. Empezó de abajo y fue escalando de a poco hasta llegar arriba; comenzó ganándose un lugar en la pretemporada a principio de año, y término consolidándose en el once titular. Si, el “Negro” había llegado.


20 años tenía cuando comenzó a enamorar a la gente de Central Córdoba con su fútbol dentro de aquel verde césped. Hoy, en aquellas imágenes ya transformadas en recuerdos, nos sigue enamorando. ¿No les pasa que escuchan su nombre y automáticamente se imaginan aquel muchacho de Los Quirquinchos con una sonrisa en su rostro, tirándole una gambeta a su rival? por qué a mí sí me pasa. A veces me pregunto porque el destino lo eligió al “Negro”; un pibe con un futuro enorme por delante. Alegre, responsable, buena persona, sencillo... Y la única repuesta que se me presenta es: el destino. Tal vez lo sea, tal vez no. Y mientras pensaba el cierre de este relato, recordé un fragmento de un texto que alguien escribió como homenaje a Matías en la revista oficial del club Central Córdoba… “vamos a decir que fuiste ese pájaro que puso el Creador para alegrarnos con tu sonrisa espontanea, con tu sencillez, con tu sana picardía y que un día volaste tan alto tirando caños y sombreros que dijo Dios: sos un genio, quédate con los grandes jugando acá en el cielo”.


Virginia Magi

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