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Foto del escritorVirginia Magi

El abuelo Atilio y su nieto, volvieron a conversar


Era domingo por la tarde – casi noche – y el abuelo Atilio se encontraba sentado bajo el árbol de Tilo florecido que había plantado tiempo atrás, en uno de los frentes de su casa. De un lado tenía el mate – nunca falta el mate en la vida de Atilio – y del otro lado, una foto. El nieto del abuelo Atilio que siempre lo visitaba en la previa de los partidos, esta vez fue después. Lo que pasaba era que el nieto iba a ir a la cancha. Jugaba su equipo – Atilio le heredo la pasión por el fútbol y por Federación. Y también, ese sentimiento de hincha; no son “ellos”, sino “nosotros”. Federación no era un equipo más del montón, era “su” equipo – ante un rival duro. Este partido no era uno más para el abuelo Atilio, y mucho menos lo iba a ser para su nieto.


El nieto del abuelo Atilio fue camino a la cancha. Confiaba, como el resto de los hinchas, en su equipo. Tenía la esperanza de que hubiera un tercer partido. “tener esperanza” era algo que también le enseño el abuelo Atilio; “la esperanza es lo último que se pierde, mi niño” le solía decir Atilio a su nieto cada vez que tenia – dentro de él – una especie de incertidumbre por lo que podía llegar a pasar en un partido. Y así como lo asociaba con el fútbol, también lo hacía en los diferentes ámbitos de la vida. Por eso, el nieto del abuelo Atilio sabia que lo último que se perdería era la esperanza. Se puso la camiseta y emprendió viaje…


El partido termino. La situación no se pudo revertir. Sin embargo, el nieto de Atilio, no estaba angustiado. Al salir de la cancha va directo para lo del abuelo Atilio; llega y se sienta en el verde césped, bajo el árbol de Tilo florecido. Mientras espera el mate, comienza a llorar… ¿Qué te pasa mi niño? no llores – pregunta el abuelo Atilio al ver las lágrimas de su nieto – empatamos abuelo, no nos alcanzo.


El nieto del abuelo Atilio no lloraba por angustia. Y mucho menos lloraba por tristeza. El nieto lloraba de emoción.


Tranquilo mi niño, el fútbol siempre tiene revancha, se expreso Atilio. Yo sé que si, abuelo… ¿Y esa foto? ¿Otra vez estas recordando al equipo del 87? le pregunta el nieto al abuelo Atilio. No mi niño, esta foto es la del equipo del 2017. Ese también era un equipo bárbaro, abuelo – se podía ver la emoción en los ojos del nieto de Atilio al hablar del último equipo campeón –.


Mientras el abuelo Atilio y su nieto seguían sentados bajo el árbol de Tilo florecido, tomando mates y charlando del partido y la vida; la gente que había ido a la cancha, pasaba. Todos llevaban algo azul y blanco. En algunos se podía ver lágrimas de desazón, seguramente, por no haber logrado eso que tanto se deseo con el corazón. Y no solo de desazón, sino que también de emoción. Así, como las lagrimas que caían del rostro del nieto de Atilio.


No es fácil llegar a jugar el último partido del año, mi niño. Eso refleja que algo tuviste que ganar antes para poder jugar este tipo de partidos. – Atilio de vez en cuando solía ponerse en modo de abuelo reflexivo –. Lo sé, abuelo. Lo sé.


El abuelo Atilio apoya la foto que tenia consigo sobre su silla y va camino hacia la cocina para poner más agua para el mate. Su nieto, al ver la foto ahí, la agarra y la mira. – El nieto de Atilio miraba la foto con la misma admiración con la que Atilio miraba la foto del equipo del 87 –; había algo que unía las dos historias; y era que el abuelo Atilio vio campeón a su Federación por primera vez en el 87. Y su nieto, lo hizo en el 2017.


Al volver, Atilio se quedo viendo – solo por unos minutos – a su nieto llorar de emoción. ¿En que pensas mi niño? – Pregunta Atilio desde la puerta de su casa – ¿te acordas abuelo cuando aquella mañana de domingo te pregunte si creías que se nos podía llegar a dar a nosotros esta vez? Claro, mi niño – responde Atilio con los ojos humedecidos – Se nos dio abuelo. Esta vez pude vivir ese momento de gloria. Pude decir por primera vez en mi vida; “somos campeones”. Se nos dio, abuelo.


El nieto de Atilio entendió que nada de lo que había pasado era un sueño. Qué Federación se había consagrado campeón del clausura. Y que estuvieron muy cerca de poder conseguir esa estrella tan deseada. El nieto de Atilio entendió, en ese preciso momento que vio a su abuelo con los ojos brillosos, que las lágrimas que había derramado durante el partido y una vez ya finalizado el mismo, eran de felicidad. Porque en ese preciso momento, mientras el rival cantaba “dale campeón” el pudo decir “fuimos campeones”.


¿Y qué le dirías a ellos, mi niño? – pregunta Atilio mientas se seca las lagrimas de sus ojos – ¿Qué le diría? – el nieto hace una pausa y suspira; sabe la respuesta pero tiene miedo que la emoción lo abunde por completo y no pueda contener el llanto... –.


El abuelo Atilio le pasa el mate. Su nieto al levantar la cabeza, lo mira fijo y responde: Muchas gracias por hacerlo realidad. Eso les diría, abuelo. GRACIAS.


Virginia Magi

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