El tío Alfredo era hincha de un club de barrio. Un club humilde. Todo lo que se hace ahí dentro, es a pulmón. El tío Alfredo era tan hincha de ese club que seguía a su equipo a todas partes; juegue de local o visitante, él estaba ahí; con su banquito y el mate en mano. Al tío no le importaba más que ver jugar a su equipo.
Y no solo amaba ese equipo de fútbol que tantas emociones le transmitía, sino que también, amaba a la institución en sí. En su vida, ese club de pueblo, ocupaba una gran parte.
Una tarde de mucho sol, Alfredo se encontró con Atilio – su hermano de la vida –. Se pusieron a conversar bajo la sombra. A recordar. “Te noto un poco ansioso” le dice Atilio con una risa picarona al tío Alfredo. Y sí. Pasaba que el tío quería que el campeonato arranque lo más pronto posible. Necesitaba ver a su equipo. Ver fútbol. Ir a la cancha. Volver a sus costumbres.
En realidad, para el arranque del campeonato, no faltaba mucho. Igual así, el tío Alfredo, estaba ansioso. Pero era una ansiedad distinta a la ansiedad que uno siente cuando quiere o desea que suceda algo pronto. Era como una sensación de incertidumbre.
“Tenemos un gran equipo para este año” le menciona el tío Alfredo a Atilio. Convencido. Ilusionado. El tío Alfredo deseaba con el corazón que su equipo tenga un gran año; como el pasado. Pero que a diferencia del anterior, este año, se pueda acariciar eso que tanto se hace desear.
El tío Alfredo no estaba ansioso solo porque quería que el torneo arranque y así poder ver a su equipo jugar al fútbol. No. Sino, que el propio tío, utilizaba esa ansiedad como un escudo. Él prefería mostrarse ansioso antes que ilusionado. Y no porque su equipo no lo ilusionara, al contrario; Su equipo lo ilusionaba y mucho. Es por eso, que prefería mostrarse así.
El tío Alfredo hace poco leyó que la ilusión era como un cristal. Y esa incertidumbre de no saber cómo le iba a ir a su equipo, hizo que proteja eso tan valioso.
“A la ilusión hay que cuidarla. No hay necesidad de mostrarla a todo el mundo. Al menos, por ahora…” solía aconsejar el tío Alfredo.
Virginia Magi
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