No lo dejaré caer,
Aunque el viento me tumbe, no lo dejaré.
Mamita volveré, vos sabes,
Iré a buscar el sueño que te conté.
El campito, el potrero, es un espacio en donde los sueños se vuelven realidad. Quizás, fuera de ese terreno lleno de tierra, la vida sea otra cosa. Pero dentro de ese campo, la vida es maravillosa.
El campito, o el potrero – que en definitiva es lo mismo –, es el lugar que te permite soñar e imaginar sin límites. Quizás, fuera de ahí, lo que soñaste o imaginaste en esa tarde de partido, sea una locura. Sea algo casi inalcanzable. Pero ahí dentro, todo lo que uno sueña o imagina, es alcanzable. Es posible.
Ahí no existe lo imposible. Si uno llega a soñar con jugar alguna vez en alguna cancha de la Liga Casildense, o en alguno de los grandes estadios que tiene el fútbol argentino, el profe, la gente que forma parte de esto o los mismos compañeros, se la ingenian para que ese campito, potrero, deje de ser el lugar de siempre para ser, por esa única vez, aquella cancha de la Liga Casildense o aquel gran estadio del fútbol argentino.
Este tipo de lugares están rodeados de paredes invisibles. Y a veces, esas paredes invisibles, se rompen y producen que los sueños se choquen con la realidad del afuera y sus diversas oportunidades.
El destino, una tarde de partido, decidió intervenir. Las paredes invisibles que protegían a “El Potrero” de la dura realidad, se rompieron y tropezaron con la posibilidad de participar en el Mundialito de Alianza.
Para ellos, para los pibes de “El Potrero”, ese Mundialito era su Mundial. Era su oportunidad de mostrarle a la gente, su amor por la pelota.
Desde ese día, “El Potrero” comenzó a soñar en cada entrenamiento. Y aquello que pasó en esas noches de Mundialito, es historia.
Virginia Magi
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