Era domingo por la tarde y el Norman Montechiari estaba teñido de azul y blanco. Era domingo por la tarde y jugaba Federación. Un equipo de Los Quirquinchos – un pueblo en el sur de la Provincia de Santa Fe –.
Ir a la cancha es una costumbre. Una tradición. Y cada vez que Federación juega, el hincha acompaña.
Ese domingo estaba fresco. Y eso a la gente poco lo importó. El hincha preparó el mate, se puso la camiseta y un rato antes de que comience el encuentro fue camino hacia la cancha.
Al hincha poco le importa como este el clima. Ese no es motivo suficiente para que falte a su cita de domingo. ¿Por qué? porque existe un motivo aun mayor para que el hincha no abandone esa tradición: la ilusión.
Una ilusión que los lleva a creer en que todo es posible. Si la cosa va mal, esta esa ilusión que te dice que la situación se puede revertir. Si todo va bien, esa ilusión crece y nos permite ilusionarnos con algo aún más grande. El hincha, siempre, pero siempre, tiene consigo una ilusión. Y es justamente eso, lo que lo lleva a estar ahí cada temporada; sin importar el clima o la posición en la se encuentre su equipo en la tabla.
Nada está por delante de la ilusión.
Ese domingo por la tarde, con el Norman Montechiari teñido de azul y blanco, un grupo de pibes salieron en busca de gloria. Ilusionados con la posibilidad de seguir haciendo historia.
El hincha creía en ese grupo de pibes. Y ellos, creían en ellos. Creían en que por más difícil que fuera, se podía. No era imposible. Y así fue.
Ese grupo de pibes ganó ambos partidos. Ese grupo de pibes clasificó a Federación de Los Quirquinchos a la siguiente fase de una Copa Provincial. Ese grupo de pibes, ilusionados con la posibilidad de hacer historia, lo consiguió.
Ellos y el hincha están abrazados a una ilusión que los condena. Una ilusión que los lleva a creer que todo es posible.
Virginia Magi
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