Todos tenemos un lugar – o varios – al cual pertenecemos. Un lugar donde no tenemos que aparentar ser otro, sino que nos basta con ser nosotros mismos. Podemos irnos. No importa cuánto tiempo; irnos, simplemente. Cada cual tendrá su motivo. Pero siempre, volvemos. Porque es nuestro lugar. Y ahí, es a donde pertenecemos.
Eso sucede en el fútbol, como en los diferentes ámbitos de la vida…
El que se va, siempre deja algo para hacer después. O casi siempre. Como si fuese a postergar algún deseo que tiene guardado. Como si tuviésemos la obligación de tomarnos un respiro. Ese mismo respiro que termina siendo después, aquello que nos da ese envión, esas ganas, que necesitamos para volver y cumplir con lo que habíamos postergado. Es ese deseo, esa “obligación”, que nos hace volver, casi siempre, al lugar al cual pertenecemos.
Él tenía un sueño. Un deseo. Decidió irse más de una vez. ¿El motivo? Cambiar de aire, supongo. No sé exactamente cuál fue. Lo que si se, es que volvió.
Siempre que se fue, volvió. Cada partida hacia otro destino – futbolístico en este caso – era como cambiar de aire y tratar de encontrar aquel respiro que le de el envión y las ganas, para poder regresar con más fuerza a cumplir su deseo. Aquel deseo que había postergado.
En ese último cambiar de aire, encontró el respiro que buscaba. Y cuando sintió que era el momento de volver, volvió. Con más ganas y más fuerzas. Volvió para cumplir su deseo. Y lo consiguió. Su equipo de toda la vida fue campeón. Y él fue parte de ese logro histórico.
Él se fue, pero volvió. Porque siempre, pero siempre, volvemos al lugar al cual pertenecemos. Y yo creo, que su lugar, es Federación de Los Quirquinchos. Su club. Y que aquel verde césped que está a dos cuadras de su casa, es también su lugar. Donde se muestra natural, real, rebelde, humilde y bueno. Donde cada domingo se transforma en aquel chico de barrio y nos regala su fútbol.
Se fue, pero volvió. Porque así lo sintió.
Virginia Magi
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